Los hacedores de la “revolución” cubana, con el abogado Fidel Castro Ruz a la cabeza, se autotitularon desde un inicio como herederos del legado libertario de José Martí y otros próceres de las guerras de independencia. Contiendas, no está de más enfatizarlo, de carácter nacionalista fundamentalmente. Esgrimir el concepto de “soberanía” como sostén del proceso político naciente se convirtió entonces en elemento explicatorio indispensable.
La isla, aparentemente, no se encontraría nunca más atada a los intereses de potencias extranjeras (como España y los Estados Unidos) y no sufriría de gobiernos corruptos y entreguistas. Bajo esos términos podría asegurarse que el espíritu de la “revolución” naciente era también de carácter francamente nacionalista.
Pero la isla caería vergonzosamente, como nunca antes en la república, bajo el dominio de un nuevo amo abastecedor: la URSS, que compraría la sobrevivencia del castrismo con armamentos y promesas de bonanzas. Tras el derrumbe del muro de Berlín, los antiguos socios se esfumaron y la dictadura de corte totalitario conoció de la orfandad y el desvarío.
A finales del año 2005, el vicepresidente Carlos Lage escandalizó a parte de la comunidad internacional al afirmar que Cuba tenía dos presidentes: Fidel Castro y Hugo Chávez. Hace poco, el propio Chávez en su última visita a la isla, aseguró que se están dando pasos para configurar una especie de nación gemelar, donde los límites y responsabilidades administrativos se vuelven difusos e imprecisos.
Y como guinda de la torta, el canciller Pérez Roque acaba de decir que Cuba estaría dispuesta a renunciar a su soberanía y a sus símbolos patrios en aras de formar parte de una especie de comunidad de naciones latinoamericanas, a las que condenarán a reescribir su historia tantas veces sea necesario con la mayor falta de seriedad posible.
¿Y el imprescindible concepto de “soberanía” al que aludía antes?
El motivo es burdo y lejos se halla de afanes bolivarianos o martianos.
Dinero. Necesidades económicas. Desespero por mantener firmes las manijas del poder.
¿Y todo lo hablado y hecho?
¿Y la acusación de entreguistas a los gobiernos de la república?
¿Y los disidentes condenados y crucificados por neo plattistas?
¿Y la independencia y la libre autodeterminación?
Ni siquiera el servilismo descarado ante la URSS puede compararse con este sainete que se cocina desde las oficinas del mismísimo Castro, con la segura complacencia del hermano menor y hasta quizás de buena parte de la plebe, que por tal de asegurar (cosa imposible) las necesidades básicas, olvida las lecciones de la historia reinventada por el régimen prosaico.
“La soberanía no se come” nos dirían, revelando la cobardía moral en que hemos caído desde hace medio siglo. El anexionismo en su nueva vertiente, … revolucionaria, proletaria, progresista, … aceptable como nunca antes. ¡Asco me da! ¡Y rabia!
Si algo queda claro en todo este episodio lamentable, es que quienes ilusoriamente apostaron por la posibilidad de un diálogo estaban equivocados. Siempre lo he afirmado. Las tiranías no dialogan, se venden.
Camilo López Darias - blogs.periodistadigital/estanciacubana.php
1 comentario:
Mi Bandera
Al volver de distante ribera,
con el alma enlutada, y sombría
afanoso busqué mi bandera
¡y otra he visto además de la mía!
¿Dónde está mi bandera cubana,
la bandera más bella que existe?
¡Desde el buque la vi esta mañana,
y no be visto una casa más triste!...
Con la fe de las almas austeras
hoy sostengo con honda energía
que no deben flotar dos banderas
donde basta con una: ¡la mía!
En los campos que hoy son un osario
vio a los bravos batiéndose juntos,
y ella ha sido el honroso sudario
de los pobres guerreros difuntos.
Orgullosa lució en la pelea,
sin pueril y romantico alarde:
¡al cubano que en ella no crea
se le debe azotar por cobarde!
En el fondo de obscuras prisiones
no escuchó ni la queja más leve,
y sus huellas en otras regiones
son letreros de luz en la nieve...
¿No la veis? Mi bandera es aquélla
que no ha sido jamás mercenaria,
y en la cual resplandece una estrella
con más luz, cuanto más solitaria.
Del destierro en el alma la traje
entre tantos recuerdos dispersos
y he sabido rendirle homenaje
al hacerla flotar en mis versos.
Aunque lánguida y triste tremola,
mi ambición es que el sol con su lumbre
la ilumine a ella sola - ¡a ella sola! -
en el llano, en el mar y en la cumbre.
Si deshecha en menudos pedazos
llega a ser mi bandera algún día...
¡nuestros muertos alzando los brazos
la sabrán defender todavía...
Bonifacio Byrne
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