La Barberia China de la Calle San Nicolás
En el documental Barrio Chino, en los primeros minutos aparece una barberia china, que es muy conocida por mi, pues pasé buenos tiempo de mi infancia en ella.
Esta singular barberia era adyacente al bazar y fábrica de Toufu que mis parientes tenian en la calle San Nicolas entre Cuchillo y Dragones, en el centro mismo del barrio chino. Ese bazar se llamaba: Liong Lee.
Compartían un patio trasero común, donde se encontraban los servicios sanitarios en muy mal estado sanitario e higienico, muy propio de lugares donde solo trabajaban chinos, la mayoría de origen humilde campesino, sin hábitos de higiene ni buenas costumbres. Tenía el salón 3 sillones de barberos, del mismo tipo que los que existian en cualquier barberia de la ciudad, pero el detalle que distinguía este lugar del resto, era el servicio que se brindaba al cliente; para empezar, además del corte de cabello, se daba servicio de corte de los pelos de la nariz y orejas y tambíen se ofrecía limpieza del oido interno o sea se removía el serumen con unas varillas finas con una pequeña espatula en sus extremos. Otro servicio era la limpieza de uñas de las manos y los pies, asi como el corte de callosidades de juanetes y talones; yo que era un fiñe entonces, y me gustaba sentarme a observar con que destreza realizaban estas labores, sin el más minimo signo de repulsión o disgusto, porque mientrás hacian todo esto, conversaban como suelen hacerlo los cantoneses, en voz alta y muy enfáticamente, para darle al relato el carácter y la emoción, recuerdo que en el umbral de la barberia que era a todo lo ancho del salón, se sentaba un viejito, y sobre la acera ponía una caja de cristal con marcos de madera, apoyada sobre una cruceta plegable, que estaba llena de maní tostado y sin cáscaras, con ese aroma delicioso, y vendía cucuruchos de 5 y 10 centavos, y como los chinos son muy amables y cariñosos con los niños, siempre había alguien que me daba un niquel para que me comprara un cucurucho de esos, yo les facinaba con mis dibujos, ya que mi madrina me compraba unos blocks de hojas blancas, que tenian unas 100 páginas, y que yo me encargaba de dibujar en menos de una semana, por las dos caras, y los clientes se encantaban que yo les dibujara y les explicara en mi cantones infantil en que consistian esas batallas llenas de gentes y caballos que yo garabateaba siguiendo una historia que nunca terminaba página tras página, ellos se reian mucho, y siempre me regalaban dinero, ya que los chinos consideran de muy buena suerte regalar dinero a los niños, ( creo que ahora me doy cuenta que en aquella época debo haber ganado más dinero que hoy con mis dibujos..) y fue en ese salón donde tuve una experiencia inolvidable con el tabaco y la pipa china de fumar.
La Pipa China de Fumar Tabaco ( Ver el dibujo )
Usaban entonces los chinos en la Habana, una suerte de Pipa confeccionada con una gruesa vara de bambú, laqueada y ahuecada, que introducian en una lata de aceite español de las grandes ( 5 litros ) sin tapa superior, y que estaba llena hasta la mitad de agua, donde se depositaba las cenizas del tabaco que se consumía de esta manera, el truco era depositar una bolita de tabaco fresco en un tubito metálico ( como un absorbente ) y usando unos rollitos largos que confeccionaban con periodicos viejos, los acercaban al anafe de carbón encendido, y quemaban con ello la bolita colocada en el extremo del tubito, entonces cubrian con el tubo de bambú su boca y aspiraban el humo del tabaco, la operación concluía cuando seguían aspirando hasta que el agua llegaba a la altura del tubito y salía expulsando las cenizas de la bolita de tabaco anterior,que caía al deposito de agua de la lata y asi se repetía esta operación hasta que se satisfacía el deseo de fumar. El aspecto del agua sucia de cenizas y nicotina era asqueroso y repulsivo hasta la saciedad, pero ese era el modo y la fuerza de la costumbre nos hace ver con naturalidad lo que para otros es algo inaceptable, pues, yo en mi afan de ser un chino “grande”, me dispuse en la hora de la siesta ( que todo el mundo hacia en la Habana de 12 del dia a las 3 de la tarde, chinos incluidos ) cuando nadie me veía, a estrenarme en el arte de fumar en pipa de bambú, asi que seguí los pasos que habia visto hacer cientos de veces, puse mi bolita de tabaco, la presione bien, tome el rollito y lo encendí en el anafe, quemé la bolita y puse mi boca en el tubo de bambú e hice una profunda aspiración…..
junto con el humo fuerte del tabaco me llego a la garganta todo un torrente de agua putrefacta del fondo de la lata, no sé si tragué aquello porque, lo que sucedió después nunca se me va a olvidar, vomité todo lo que tenía en mi estomago y posiblemente en el cerebro, no había forma de detener las arqueadas y el horrible sabor de aquello, sino llega a ser porque uno de los barberos que dormía en el sillón escuchó la algarabía creo que me hubiera ahogado entre el asco y la falta de aire, el chino me tomó de las piernas y me sacudío boca abajo, despúes me palmeo la espalda y por último me dio a masticar un poco de pomada china mentolada, que detuvo la vomitera y el horrendo sabor en mi boca, luego me sentó en una silla debajo del ventilador de techo del salón y en forma calmada y pausadamente me disparó una larga reprimenda y me hizó prometer que no lo volvería a hacer. Y no fue necesario repetir el consejo porque gracias a ese incidente, jamás volvi intentar fumar ninguna cosa hasta el día de hoy.
En el documental Barrio Chino, en los primeros minutos aparece una barberia china, que es muy conocida por mi, pues pasé buenos tiempo de mi infancia en ella.
Esta singular barberia era adyacente al bazar y fábrica de Toufu que mis parientes tenian en la calle San Nicolas entre Cuchillo y Dragones, en el centro mismo del barrio chino. Ese bazar se llamaba: Liong Lee.
Compartían un patio trasero común, donde se encontraban los servicios sanitarios en muy mal estado sanitario e higienico, muy propio de lugares donde solo trabajaban chinos, la mayoría de origen humilde campesino, sin hábitos de higiene ni buenas costumbres. Tenía el salón 3 sillones de barberos, del mismo tipo que los que existian en cualquier barberia de la ciudad, pero el detalle que distinguía este lugar del resto, era el servicio que se brindaba al cliente; para empezar, además del corte de cabello, se daba servicio de corte de los pelos de la nariz y orejas y tambíen se ofrecía limpieza del oido interno o sea se removía el serumen con unas varillas finas con una pequeña espatula en sus extremos. Otro servicio era la limpieza de uñas de las manos y los pies, asi como el corte de callosidades de juanetes y talones; yo que era un fiñe entonces, y me gustaba sentarme a observar con que destreza realizaban estas labores, sin el más minimo signo de repulsión o disgusto, porque mientrás hacian todo esto, conversaban como suelen hacerlo los cantoneses, en voz alta y muy enfáticamente, para darle al relato el carácter y la emoción, recuerdo que en el umbral de la barberia que era a todo lo ancho del salón, se sentaba un viejito, y sobre la acera ponía una caja de cristal con marcos de madera, apoyada sobre una cruceta plegable, que estaba llena de maní tostado y sin cáscaras, con ese aroma delicioso, y vendía cucuruchos de 5 y 10 centavos, y como los chinos son muy amables y cariñosos con los niños, siempre había alguien que me daba un niquel para que me comprara un cucurucho de esos, yo les facinaba con mis dibujos, ya que mi madrina me compraba unos blocks de hojas blancas, que tenian unas 100 páginas, y que yo me encargaba de dibujar en menos de una semana, por las dos caras, y los clientes se encantaban que yo les dibujara y les explicara en mi cantones infantil en que consistian esas batallas llenas de gentes y caballos que yo garabateaba siguiendo una historia que nunca terminaba página tras página, ellos se reian mucho, y siempre me regalaban dinero, ya que los chinos consideran de muy buena suerte regalar dinero a los niños, ( creo que ahora me doy cuenta que en aquella época debo haber ganado más dinero que hoy con mis dibujos..) y fue en ese salón donde tuve una experiencia inolvidable con el tabaco y la pipa china de fumar.
La Pipa China de Fumar Tabaco ( Ver el dibujo )
Usaban entonces los chinos en la Habana, una suerte de Pipa confeccionada con una gruesa vara de bambú, laqueada y ahuecada, que introducian en una lata de aceite español de las grandes ( 5 litros ) sin tapa superior, y que estaba llena hasta la mitad de agua, donde se depositaba las cenizas del tabaco que se consumía de esta manera, el truco era depositar una bolita de tabaco fresco en un tubito metálico ( como un absorbente ) y usando unos rollitos largos que confeccionaban con periodicos viejos, los acercaban al anafe de carbón encendido, y quemaban con ello la bolita colocada en el extremo del tubito, entonces cubrian con el tubo de bambú su boca y aspiraban el humo del tabaco, la operación concluía cuando seguían aspirando hasta que el agua llegaba a la altura del tubito y salía expulsando las cenizas de la bolita de tabaco anterior,que caía al deposito de agua de la lata y asi se repetía esta operación hasta que se satisfacía el deseo de fumar. El aspecto del agua sucia de cenizas y nicotina era asqueroso y repulsivo hasta la saciedad, pero ese era el modo y la fuerza de la costumbre nos hace ver con naturalidad lo que para otros es algo inaceptable, pues, yo en mi afan de ser un chino “grande”, me dispuse en la hora de la siesta ( que todo el mundo hacia en la Habana de 12 del dia a las 3 de la tarde, chinos incluidos ) cuando nadie me veía, a estrenarme en el arte de fumar en pipa de bambú, asi que seguí los pasos que habia visto hacer cientos de veces, puse mi bolita de tabaco, la presione bien, tome el rollito y lo encendí en el anafe, quemé la bolita y puse mi boca en el tubo de bambú e hice una profunda aspiración…..
junto con el humo fuerte del tabaco me llego a la garganta todo un torrente de agua putrefacta del fondo de la lata, no sé si tragué aquello porque, lo que sucedió después nunca se me va a olvidar, vomité todo lo que tenía en mi estomago y posiblemente en el cerebro, no había forma de detener las arqueadas y el horrible sabor de aquello, sino llega a ser porque uno de los barberos que dormía en el sillón escuchó la algarabía creo que me hubiera ahogado entre el asco y la falta de aire, el chino me tomó de las piernas y me sacudío boca abajo, despúes me palmeo la espalda y por último me dio a masticar un poco de pomada china mentolada, que detuvo la vomitera y el horrendo sabor en mi boca, luego me sentó en una silla debajo del ventilador de techo del salón y en forma calmada y pausadamente me disparó una larga reprimenda y me hizó prometer que no lo volvería a hacer. Y no fue necesario repetir el consejo porque gracias a ese incidente, jamás volvi intentar fumar ninguna cosa hasta el día de hoy.
4 comentarios:
....disfrute mucho tu experiencia en el barrios chino...
Que historia mas bonita y simpatica. Te puedo imaginar atragantandote con el agua pestolicia esa. Pero bueno...te sirvio para curarte para siempre de las ganas de fumar.
Sabrosoooo
Deliciosa historia, querido Pong. Te preparas para la revitalizacion de tu antiguo cuando pase lo que tiene que pasar...?
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