viernes, marzo 30, 2007
jueves, marzo 29, 2007
martes, marzo 27, 2007
martes, marzo 20, 2007
RESUMEN DE NOTICIAS
miércoles, marzo 14, 2007
JOSE MARTI Y LOS VIAJES A CUBA / 1887
…¡Nos trajo aquí la guerra, y aquí nos mantiene el aborrecimiento a la
tiranía, tan arraigado en nosotros, tan esencial a nuestra naturaleza,
que no podríamos arrancárnoslo sino con la carne viva!
¿A qué hemos de ir allá, cuando no es posible vivir con decoro, ni
parece aún llegada la hora de volver a morir?... ¿A qué iríamos a
Cuba? ¿A oír chasquear el látigo en espaldas de hombre, en espaldas
cubanas, y no volar, aunque no haya más armas que ramas de árboles,
a clavar en un tronco, para ejemplo, la mano que nos castiga?
¿Ver el consorcio repugnante de los hijos de Los héroes, de los héroes
mismos, empequeñecidos en la pereza, y los vicios importados que
ostentan, ante los que debieran vivir de espalda a ellos, su
prosperidad inmunda?
¿Saludar, pedir, sonreír, dar nuestra mano, ver, a la caterva que
florece sobre nuestra angustia, como las mariposas negras y amarillas
que nacen del estiércol de los caminos? ¿Ver un burócrata insolente
que pasea su lujo, su carruaje, su dama, ante el pensador augusto que
va a pie a su lado, sin tener de seguro donde buscar en su propia
tierra el pan para su casa?
¿Ver en el bochorno a los ilustres, en el desamparo a los honrados, en
complicidades vergonzosa, al talento, en compañía impura a las
mujeres, sin los frutos de su suelo al campesino, que tiene que ceder
al soldado que mañana lo ha de perseguir, hasta el cultivo de sus
propias cañas?
¿Ver a un pueblo entero, a nuestro pueblo, en quien el juicio llega
hoy a donde llegó ayer el valor, deshonrarse con la cobardía o el
disimulo? Puñal es poco para decir lo que eso duele. ¡Ir, a tanta
vergüenza! Otros pueden: ¡nosotros no podemos!
José Martí
10 de Octubre de 1887
martes, marzo 13, 2007
domingo, marzo 11, 2007
SOY CUBANO por AGUSTIN TAMARGO
Sobre mi mesa de trabajo encontré una nota. No sé de dónde vino, ni quién la escribió, acaso fui yo mismo en días que he olvidado. Pero quiero transmitirla a mis lectores porque creo que recoge un sentimiento colectivo. La nota dice así:
Soy cubano. Para algunos tal vez no es mucho, pero a mí me basta y me sobra. Soy cubano. Podría ser venezolano, español o norteamericano. Pero sería un modo de ser artificial, de voto y pasaporte, hijo del papel y la tinta, que no cuadra a mi naturaleza. Soy cubano. Un cubano integral, de las buenas y de las malas. Soy cubano. Tengo un himno y una bandera. Y tengo, sobre todo, una historia, llena de nombres, hechos y lugares gloriosos en la que bebo, como en una fuente, cada vez que me acosa el desaliento. ¿Podría cambiar por algún hecho histórico extranjero a Las Guásimas, Palo Seco y Peralejo? ¿Podría negociar por algo el 10 de Octubre, el 24 de Febrero, Baraguá, Playa Girón o El Escambray? Soy cubano. Cubano de café negro, de tabaco y de casabe, de son y de ron, de baile en La Tropical y de guateque guajiro. Soy cubano de hablar a gritos, de jugar a la pelota, de piropear a las mujeres. Y de bajar como un río de fuego por la escalinata de la universidad.
No soy un hombre, si se mira bien, soy una pasión que camina, y cuando enfrento la realidad última de mi vida, que es la de que no tengo patria, me vuelvo una verdadera furia. Por eso los extranjeros no me entienden. ¿Cómo van a entender que quien lo tiene todo siga pidiendo más? Y es que esos extranjeros no saben que ese todo, adquirido en tierra prestada y bajo sol ajeno, no puede curar una enfermedad fatal que se llama nostalgia de la tierra natal. Dicen que lo bello, cuando se pierde, se vuelve más bello todavía. ¿Y qué era Cuba desde que la bautizó Colón sino la tierra más hermosa que ojos humanos vieron?
Así, dentro del alma, carga el cubano a Cuba por todas partes como un escapulario para defenderse de la soledad. Podría decir también como un escudo. Con la historia de Cuba al brazo va el cubano por el mundo defendiendo a su tierra bienamada frente al envidioso y el calumniador. Cuba es su niña. Cuba es su obsesión y su desvelo. Cuba es su madre, pero es también su hija. Cuba es su amante lejana inolvidable. Los libros que el cubano no leía en la isla los lee ahora aquí. La música que allá no escuchaba la escucha ahora aquí. Los cuadros que allá no miraba los mira ahora aquí. El cubano no vive en una casa ni en un apartamento, vive en un baúl de recuerdos. Cada vez que abre ese baúl y encuentra una fotografía marchita por el tiempo sufre una herida. Cada palabra criolla que no conocía o había olvidado y redescubre de pronto se le transforma en un instrumento defensor de su autenticidad. En el hipódromo de Hialeah hay una hermosa guardarraya de palmas. No son palmas canas, ni palmetos, sino palmas reales, ésas que en Cuba coronan las lomas y las riberas de ríos. Están allí, pero fueron traídas de allá. Se asegura que por las noches un hombre solitario camina bajo esas palmas hablando solo. No es invención de nadie. Ese hombre soy yo.
Soy cubano. No quiero, ni puedo, ni acepto ser ninguna otra cosa. Ser cubano es hoy una prueba amarga, un desafío. Allá en la isla un sujeto inicuo que una vez metió en ella a los rusos mete ahora a los traficantes y a los turistas extranjeros con la misma finalidad: pisotear al nativo. Aquí en el destierro, la prosperidad material por un lado y la indiferencia del extraño por otro, hacen del cubano un ser solitario e incomprendido. Nadie lo entiende, nadie respeta su afiebrada vigilia en espera del amanecer de la libertad. Todos le piden que se olvide, que se adapte, que haga como el resto de los refugiados del mundo, que inicie una nueva vida. ¿Se puede, realmente, iniciar una nueva vida? ¿Dónde afincará sus raíces esa nueva vida? ¿En el Cuatro de Julio americano? ¿En el Dos de Mayo español? ¿En el 14 de Julio francés? No, no.
La historia de un pueblo no puede ser una falsificación copiada. La historia de un pueblo es una continuidad, el plebiscito diario de que hablaba Renan. De Diego Velázquez a Fidel Castro la historia de Cuba ha sido un largo peregrinaje hacia la única felicidad posible: la que proporciona la libertad. Cuba mató su indio, masticó su negro y se tragó su español y de esa misteriosa ceremonia de sangres mezcladas, de infinitos tonos, sacó al cubano.
Hombre de islas, hijo del sol, ese cubano lo ha sido todo sobre su tierra ardiente. Matemático y jugador de gallos, ajedrecista y cantor de puntos guajiros, hacendado y político, rumbero y profesor. Fernando Ortiz es el cubano, Miguel Matamoros es el cubano, Gastón Baquero es el cubano, Alvarez Guedes es el cubano, José Canseco es el cubano, el chinomulato Wifredo Lam es el cubano. ¿Se puede olvidar un país así sólo porque el anfitrión ocasional sea generoso y la mesa esté bien servida? Yo sinceramente creo que no. Como decía Martí de los que iban a su tierra cuando aún el español la ofendía con su presencia: Otros pueden, yo no puedo''.
Hasta aquí la nota misteriosa que encontré en mi escritorio. Apareció allí como una página testamentaria, como una botella al mar. Vino Colón, vino Hernán Cortés, vino la desolación de la huida en masa. Pero la isla está allí, Cuba está allí. Esperando con los brazos abiertos por sus hijos dispersos. Hijos a los que simboliza dolorosamente ese cubano que habla solo por las noches bajo las palmas de Hialeah.
jueves, marzo 08, 2007
CUBA PRIMERO, CUBA DESPUES Y CUBA SIEMPRE
¡ Cuba Primero, Cuba después y Cuba siempre !