martes, mayo 29, 2007

POSADA Y EL CHE: VIDAS PARALELAS

Posada Carriles y Che Guevara: vidas paralelas
CARLOS ALBERTO MONTANER
Posada Carriles y Ernesto Guevara nacieron en 1928 en ambientes parecidos. Ambos pertenecían a la clase media alta. Ambos se decantaron por las ciencias en sus años universitarios. Guevara estudió medicina y Posada química. Los dos compartían una naturaleza psicológica arriesgada y aventurera que les llevaría a jugarse la vida y a sacrificar el bienestar de sus familias por defender violentamente sus creencias.
Fidel Castro uniría a estos dos personajes en vidas paralelas. Tras el golpe militar de Batista (1952), Castro se convirtió en la figura más importante de la oposición armada cuando creó el Movimiento 26 de Julio para derrocar al dictador y alcanzar el poder. En esa organización figuraron el Che y Posada. El argentino, en la Sierra Maestra; el cubano, en la lucha clandestina.
Por aquellos años, ''el 26'' practicaba el terrorismo indiscriminado en sitios públicos. En noviembre de 1958 llevó a cabo el primer secuestro de un avión civil con fines políticos, abominable crimen que provocó numerosas víctimas cuando el aparato se estrelló en la bahía de Nipe. Fue tal la intensidad del terrorismo castrista que los habaneros viejos aún recuerdan ''la noche de las cien bombas'' y los salvajes estallidos de explosivos en salas de fiesta y hoteles, sin importar el daño que se infligía a los inocentes.
Esa era la lamentable atmósfera moral y política de Cuba en aquella época. Los métodos no importaban si los fines parecían justificables. En la Sierra Maestra el Che no vacilaba en volarle la cabeza a cualquier campesino remotamente sospechoso de colaborar con el ejército de Batista. Llegó a escribir una frase tremenda que resume la lógica implacable del revolucionario: ``El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales al ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así; un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal''.
Cuando Fidel Castro y otros pocos dirigentes torcieron el rumbo del gobierno y se decantaron hacia el comunismo y la alianza con Moscú, Cuba entró de lleno en la guerra fría. El país y el Movimiento 26 de Julio se partieron en dos. Posada Carriles se afilió al bando armado de quienes defendían a tiros la democracia, mientras el Che Guevara, también a tiros, defendía el comunismo. Posada creía (y luchaba por ello) que las sociedades más felices se parecían a Estados Unidos o a Canadá. El Che estaba seguro de que el modelo ideal era la dictadura de Mao.
El gobierno cubano buscó el apoyo del KGB. Posada y centenares de ex miembros del 26 de julio, veteranos de Bahía de Cochinos, se colocaron bajo la dirección de la CIA. Guevara se fue al Africa a tratar de crear nuevas tiranías comunistas en las antiguas colonias europeas. Posada y otros cubanos fueron a pelear contra ellos para evitarlo. En el lago Tangañika se enfrentaron cubanos contra cubanos. Esa vez ganaron los exiliados. Lo mismo sucedió luego en la Venezuela de los sesentas. Castro quiso acabar con la frágil democracia venezolana. Posada, por sugerencia de la CIA al gobierno de Caracas, fue a combatir las guerrillas comunistas alimentadas desde La Habana. Los comunistas perdieron esa guerra. Poco después, en Bolivia, el Che fue capturado y ejecutado. Había entrado al país con el nombre de Ramón Benítez.
La guerra fría cobró entonces un matiz más violento. Cuba se convirtió en el centro de adiestramiento de los peores terroristas del mundo. El venezolano Carlos Ilich Ramírez, el Chacal, luego admirado y protegido por Chávez, pasó por esos campos de entrenamiento y poco después secuestró aviones y organizó el asesinato de los deportistas israelíes en las olimpiadas de Munich (1972). En Venezuela, cuatro años más tarde, se tramó la voladura de un avión de la línea cubana. Fue un acto monstruoso que costó 73 vidas. Posada niega cualquier vinculación al hecho. Es acusado y sale absuelto, pero lo dejan detenido mientras el gobierno apela la sentencia. Dos venezolanos resultan condenados.
Posada escapa de la cárcel. Se hace llamar Ramón Medina. Se asocia de nuevo a la CIA para continuar su interminable batalla. Lo reclutan para que ayude a las guerrillas nicaragüenses que, con el respaldo de Washington, luchan contra la tiranía de Daniel Ortega. El presidente Reagan no quiere que Centroamérica se convierta en una zona de influencia cubana. Los comunistas son derrotados en la región. Posada vuelve la mirada a su patria de origen. Sus esfuerzos habían tenido éxito en todas partes menos en Cuba. Fue entonces --se dice y Posada lo niega-- cuando comenzó un plan para ejecutar a Castro en el extranjero y para interrumpir el flujo de turistas con bombas en los hoteles y las salas de fiesta, como había hecho ''el 26'' medio siglo antes. Irónicamente, es el gobierno norteamericano quien pone fin a su vida aventurera y lo confina a una especie de arresto domiciliario. Nadie se explica por qué los medios de comunicación en Occidente son menos severos con Guevara. Nadie lleva una camiseta con el rostro de Posada. Hay algo fundamentalmente hipócrita en todo esto. Un doble rasero.

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